lunes, 29 de abril de 2013

Mi madre: una mujer especial (2)


A pesar de haber vivido siempre en el medio rural, que suele ser bastante arraigado a las tradiciones y, en general, desconfiado hacia todo lo nuevo y desconocido, mi madre siempre fue batante tolerante y abierta.

En cierta ocasión llegó a su pueblo una familia compuesta por los padres, cuatro hijas y un hijo, procedentes de La Maragatería, una comarca de León. Por tratarse de una familia desconocida y nueva en el pueblo, la actitud de los habitantes hacia ellos era de cierta hostilidad.

La hija mayor de la familia vivía en Canarias y de ella sé poco; la segunda tenía dos hijos, cuyo padre les abandonó. La otra hija padecía una deficiencia psíquica y de vez en cuando desaparecía una larga temporada. Como consecuencia de aquellas escapadas, nacieron dos  vástagos. Por último, había un hermano que era depresivo y en ocasiones pasaba meses sin querer salir de su habitación.

Con este panorama, la protagonista de nuestra historia, a la que nombraré Remedios, pues era capaz de encontrar el remedio a todo, tenía que buscarse la vida para sacar aquella familia adelante. Conseguía lo necesario, como aceite o comida en general, a cambio de hacer "ciertos favores" a algunos viudos o solterones del pueblo. En aquellos tiempos no resultaba fácil desplazarse a la ciudad, por lo que disponer de esos servicios sin necesidad de trasladarse a otro lugar, era de agradecer. Aunque ella hacía esa clase de favores, siempre fue muy respetuosa con las familias y nunca malogró ninguna, eso era sagrado.

A pesar de ser esta la profesión más antigua del mundo, nunca ha estado bien vista o más bien yo diría que nunca se ha visto ni se ha querido ver, somos demasiado hipócritas.

Para mi madre, no obstante, en este caso todo estaba justificado. Remedios  lo hacía por su familia, pero según la Acción Católica, encargada de llevar a la mujer por el buen camino, esto era un gravísimo pecado por el que uno se condenaba eternamente. Por si no lo recordáis, este pecado pertenece al grupo de los "mortales"

Mi madre, nuevamente, como con su amiga la señora P, de la que ya os he hablado, intercedería entre su dios y Remedios. El plan era siguiente: Mi madre confesaría los pecados de Remedios a un fraile Franciscamo de los que,  llegada la Semana Santa, solían ir a a adoctrinar a las mujeres del medio rural sobre sus obligaciones conyugales. Explicaría al fraile la situación de Remedios y a cambio ella conseguría la absolución de sus pecados sin peligro de ir al infierno y sin pasar la verguenza de confesarlos. De esta forma todo quedaba arreglado.

¿No es acaso ésta una gran muestra de tolerancia?



domingo, 28 de abril de 2013

Cómo publicar comentarios en el blog


Como hay gente que ha tenido problemas a la hora de publicar algún comentario, os pongo los pasos que hay que seguir:

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Chico (por encargo)